Historia de la Escritura en España

Historia de la Escritura en España



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I. -Divisiones generales

1. Concepto de historia de la Escritura. -2. Sus períodos y épocas principales.


1. El arte de escribir, como otras tantas manifestaciones de la actividad del hombre, tuvo su origen en el tiempo y experimentó progresos y decadencias hasta llegar al estado actual: es, por tanto, el arte de escribir, capaz de ser estudiado históricamente.

Estudia la Historia157 los hechos memorables que han influido en el destino humano, y en este concepto, la Historia de la Escritura tiene por objeto la exposición de los hechos memorables relacionados con dicha arte, o sea el estudio del desenvolvimiento del arte de escribir en la vida de la humanidad.

Materia abundante y de mucho interés sería el estudio de la Escritura en todas las civilizaciones antiguas y modernas; pero limitado este libro al estudio de la Escritura en España, no se ha de hacer aquí otra cosa que presentar los hechos más culminantes ocurridos en nuestra patria con relación al arte de escribir, aparte de algunas indicaciones, a guisa de antecedentes, sobre el origen de la Escritura.

2. Para mayor facilidad en la exposición de los ligeros apuntes dedicados aquí a tema de tal interés, se considera dividida la Historia de la Escritura de España en cuatro períodos. Comienza el primero en los tiempos primitivos, en fecha aún no determinada, y concluye con la dominación romana, dos siglos antes de la venida de Jesucristo.

El segundo período da principio con la invasión romana, en el siglo II, antes de Jesucristo, y termina en el siglo XII, con la generalización de la letra francesa en nuestra península.

El tercer período comienza en el siglo XII con la generalización de la letra francesa en España, y termina con la invención de la letra bastarda española, por Juan de Icíar, en el siglo XVI.

El cuarto período comienza en el siglo XVI con la invención de la letra bastarda española, y termina en nuestros días.

Cada período se subdivide en dos épocas:

La primera época del primer período comprende desde los tiempos primitivos hasta la introducción de la escritura alfabética en España, y la segunda, desde este notable suceso histórico hasta la dominación romana, siglo II antes de Jesucristo, o sea hasta la terminación del período.

La primera época del segundo período comprende desde la dominación romana, en el siglo II antes de Jesucristo, hasta la invasión de los árabes en el siglo VIII, y la segunda desde el siglo VIII hasta la terminación del período, esto es, hasta el siglo XII.

La primera época del tercer período abarca desde el siglo XII al siglo XVI, en el cual se verifica la invención de la imprenta; y la segunda, desde el siglo XV hasta la invención de la letra bastarda española, por Juan de Icíar, en el siglo XVI.

La primera época del cuarto período comprende desde la invención de la letra bastarda española, en el siglo XVI, hasta el florecimiento de la Caligrafía en España, en el siglo XVIII; y la segunda, desde el florecimiento de la Caligrafía en España, en el siglo XVIII, hasta nuestros días.

El último período de la Historia de la Escritura en España constituye propiamente la Historia de la Caligrafía española.

El siguiente cuadro sinóptico resume la indicada división:

Historia de la escritura




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II. -Primer período

a. - Primera época. 1. Carácter de este período y de sus épocas. -2. Origen de la escritura. -3. El Arte de escribir en España hasta la introducción de la escritura alfabética. -4. Primeras materias usadas para escribir en esta primera época.


1. Este período se caracteriza por la aparición de la escritura: de la ideográfica, en la primera época, y de la alfabética en la segunda.

La primera época se distingue por el uso de la escritura ideográfica, y la segunda por la variedad y falta de fijeza de las escrituras alfabéticas.

2. Mucho, y no todo bueno, se ha escrito sobre el origen de la Escritura. La cuestión más importante relativa a este punto es la invención de la escritura alfabética, pues la invención de las escrituras ideográficas no corresponde a un solo pueblo y menos a un solo individuo. La sencillez de todo sistema de escritura ideográfica y la necesidad de perpetuar la expresión del pensamiento, son razones bastantes para poder afirmar que la escritura ideográfica pudo ser inventada en varios pueblos, simultánea o sucesivamente, aunque entre ellos no hubiese comunicación alguna158.

Análogo fenómeno pudo ocurrir con la escritura alfabética; pero el número de relaciones que supone todo sistema de esta clase de escritura, permite creer que su invención es debida a un pueblo más culto que los demás pueblos, a una nación que, resumiendo la civilización de una época histórica, tuvo elementos para producir el maravilloso invento de la escritura alfabética.

No es posible, en el estado actual de los estudios históricos, determinar el inventor de tal escritura159; sólo es posible conocer en este punto el pueblo en cuya historia se han encontrado vestigios de haber usado antes que otros la escritura alfabética.

No cabe dudar que los mitos o fábulas de la antigüedad, cuando se logra descubrir su significación y percibir totalmente el valor de su alegoría, son indicios de no poco interés para la Historia; pero hasta la fecha nadie ha resuelto la significación histórica de la Mitología de la Escritura, por lo cual se prescinde aquí de leyendas y tradiciones de la antigüedad, relativas al origen de dicha Arte, para admitir solamente los datos de algún valor histórico.

La escritura ideográfica es antediluviana, pues Josefo, notable historiador del pueblo judío, asegura que la escritura por símbolos y figuras de animales estaba en uso antes del diluvio, y al hablar de las columnas de Seth, dice: «Erigieron dos columnas, una de ladrillo (contra el fuego) y otra de piedra (contra el agua), en las que grabaron los conocimientos (de Astronomía) que habían adquirido».

Entre griegos y romanos era fama, y sigue siendo entre nosotros, que el pueblo fenicio fue el primero que usó la escritura alfabética.

Lucano en su Pharsalia dice: «Los fenicios fueron los primeros, si se ha de creer a la fama, que se atrevieron a señalar (o significar) con figuras toscas la voz de modo que fuese permanente»160.

No hay, sin embargo, documento histórico que pruebe la afirmación del célebre poeta cordobés.

César Cantú, hablando de esta materia, aunque no afirma qué pueblo usó primeramente la escritura alfabética, opina que «quizá los fenicios no hicieron otra cosa que facilitar la escritura con el uso del papyrus; y los últimos fragmentos de escrituras fenicias, que se conservan en las bibliotecas de la Propaganda, de Turín y del Vaticano, no son datos suficientes todavía para resolver la cuestión a favor de los fenicios.

Lo que no ofrece duda es que los hebreos usaron la escritura alfabética antes de Moisés, pues el Señor mandó al gran legislador de su pueblo que «hiciese grabar, según arte de lapidario, los nombres de los hijos de Israel» sobre las dos ágatas o piedras oniquinas, que debían sujetar las vestiduras del Sumo Sacerdote Aarón, y el mismo Moisés dijo al Dios de Israel: «O perdónales esta culpa (la de idolatría), o si no lo haces, bórrame de tu libro que has escrito».

Job, que era idumeo y contemporáneo de Isaac, y por esto, anterior a Moisés, dijo: «¿Quién me diera que mis palabras fuesen escritas? ¿Quién me diera que se imprimiesen en un libro con punzón de hierro o en plancha de plomo, o que con cincel se grabasen en pedernal?».

Estas citas bíblicas prueban con evidencia que la escritura alfabética era ya conocida por los hebreos en el siglo XV, antes de Jesucristo, y que lo fue también por los idumeos en el siglo de Job (XIX antes de Jesucristo). De manera que si los hebreos no inventaron la escritura alfabética, la usaron poco tiempo después que los fenicios, hechos que se explican perfectamente por la proximidad de ambos pueblos y por la comunidad de raza y de idioma.

Ahora bien, siendo creencia de los doctos que el alefato o abecedario hebreo procede del egipcio161, es indudable que este pueblo usó la escritura alfabética antes de la fecha arriba citada, y por esto es posible afirmar que los pueblos que primeramente usaron la escritura alfabética fueron el fenicio, el idumeo, el egipcio y el hebreo.

También es creencia racional que si los fenicios no inventaron la escritura alfabética, la dieron a conocer, con sus frecuentes viajes comerciales, en muchos puntos de Asia y del litoral Mediterráneo.

3. En España, como en otros países, debieron de usarse primeramente en tiempos de iberos y celtas las clases de escritura ideográficas, llamadas figurada, simbólica y jeroglífica, aunque de aquéllas tan remotas épocas no se hayan encontrado testimonios que confirmen esta creencia racional.

4. Las primeras materias usadas para escribir fueron substancias naturales de superficie lisa, capaces de ser rayadas; y así es de creer que los primeros hombres escribieron en algunas piedras blandas, en las pieles sin adobar, en las hojas y tallos de algunas plantas y en otras substancias semejantes; pero más tarde la industria transformó estas primeras materias en objetos más útiles para escribir, y se usaron el barro cocido, las planchas metálicas (de hierro, plomo, bronce, etc.), y las piedras talladas y pulimentadas, heridas por un punzón a guisa de josco cincel.



b. - Segunda época. 1. Introducción de la escritura alfabética en España. -2. Escrituras fenicia, griega y cartaginesa. -3. Materias e instrumentos usados para escribir en esta época.


1. No hay razón alguna para afirmar que los iberos y los celtas usaran escrituras alfabéticas. En cambio, es razonable admitir que la escritura alfabética de los fenicios fue la primera de esta clase conocida en España.

2. En efecto, al fundar los fenicios sus colonias al Este y Sur de la Península, trajeron aquí la civilización de su país; y como estos hechos ocurrieron hacia el siglo XV antes de Jesucristo, esto es, cuando la escritura alfabética era ya conocida por los pueblos inmediatos al fenicio, es de suponer que los fenicios trajeron a España la escritura alfabética, pues no se comprende que pudieran prescindir, ni había para qué, de este poderoso elemento de cultura en sus relaciones con los españoles.

Las colonias griegas que se establecieron en el litoral del Mediterráneo desde el siglo X al VI antes de Jesucristo, fueron seguramente causa de que la escritura alfabética de los griegos, por análogas razones a las indicadas para los fenicios, se conociese y usase en España. De manera que las primeras escrituras alfabéticas conocidas en nuestra Península debieron ser la de fenicios y griegos.

Esta razonable opinión ha sido confirmada con los estudios hechos respecto a las letras desconocidas162, o de Lastanosa163, encontradas en algunas monedas antiquísimas y citadas por D. Luis Velázquez164; pues dichas letras, según la autorizada opinión de un eminente paleógrafo contemporáneo165, son derivadas del antiguo alfabeto fenicio y del griego arcaico.

Estas letras fueron conocidas al Sur de España y se generalizaron por la Península durante la segunda guerra púnica.

Por último, los cartagineses, desde el siglo VII al III antes de Jesucristo, dieron a conocer en España su escritura, que era la misma fenicia, de trazos más delgados, con tendencias a la cursiva.

3. En esta segunda época de la Historia de la Escritura, si no precisamente en España, en otros países se usaron para escribir el papyrus, las tablillas enceradas y las telas de varias clases.

En Memphis, ciudad de Egipto, al decir de Lucano, se hizo primeramente uso del papyrus, para escribir166. El papyrus es una planta parecida a una juncia gigantesca, pues su tallo mide, por lo común, tres o cuatro metros de altura, y termina con un gran número de filamentos verdes en forma de penacho. Se produce en varios países, pero crece notablemente a orillas del Nilo. El tronco de esta planta se forma de diez o doce películas muy finas, que son casi del todo blancas en la parte que está debajo del agua. Separada la corteza de la planta y las películas más finas, se prensaban, alisaban y pegaban éstas de dos en dos, con las fibras cruzadas y quedaban las hojas dispuestas para escribir167.

Los griegos llamaron biblos (libro) al papyrus y también al conjunto de hojas escritas de esta substancia.

No es posible señalar una fecha exacta a la invención del papyrus como objeto útil para la escritura, pero sí puede afirmarse que era de uso común en tiempo de Moisés (siglo XV antes de Jesucristo).

Las tablillas enceradas168 eran planchitas de madera o marfil, pintadas de color vivo y cubiertas con una capa de cera. Se escribía sobre ellas con un instrumento llamado stylus169, especie de varilla corta, de hierro o hueso, con un extremo afilado en punta y otro aplanado. Con el punzón se hería la cera y quedaba al descubierto el color de que estaba pintada la tablilla. Si había alguna equivocación, se deshacía extendiendo con el extremo plano del estilo la huella producida por el punzón. Estos útiles para escribir fueron muy conocidos en Roma.

También se escribió durante esta época en lienzos que, arrollados a un cilindro de madera, formaban los libri lintei, o libros de lienzo usados por los romanos.

Las primeras escrituras alfabéticas se produjeron, como las ideográficas, por medio de un pincel; más tarde, en fecha no determinada, pero sí dentro de este segundo período, se sustituyó el pincel por la caña cortada ad hoc, y de esta manera escribieron los egipcios sobre el papyrus. También escribían sobre esta substancia con un junco mojado en tinta.

El uso de la tinta es necesariamente tan antiguo, por lo menos, como el del papyrus, pues sobre esta substancia escribieron con tinta los egipcios y todos los pueblos civilizados de la antigüedad.

La tinta negra ha sido en todos los tiempos la más usual; pero los antiguos conocieron y usaron también las tintas de color.

Por último, conviene advertir que los antiguos escribían de pie sobre la mano izquierda, o sobre las rodillas estando sentados. La mesa para escribir no se usó hasta el final del segundo período de la escritura.






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III. -Segundo Período

a. - Primera época. 1. Carácter de este período y de sus épocas. -2. La escritura en España desde el siglo II antes de J. C. hasta la invasión de los árabes en el siglo VIII. -3. La escritura entre los romanos: notas tirionianas y siglas. -4. La escritura entre los godos: letra moesogótica o ulfilana. -5. Escrituras nacionales: letra gótico-hispánica o monacal. -6. Materias usadas para escribir y formas de los escritos en esta época.


1. El segundo período de la Historia de la Escritura se caracteriza por la influencia de la letra romana en todas las escrituras.

La primera época se distingue porque adquieren fijeza las escrituras alfabéticas, y por la lucha entre la escritura romana y la de los godos.

La segunda época se distingue por la lucha entre la letra gótico-hispánica, que fue la escritura nacional de España y la letra francesa.

2. La lucha entre la República romana y la de Cartago, decidida a favor de Roma, hizo a esta nación dueña de la Península Ibérica, y más tarde de casi todo el mundo conocido. Por esta causa Roma llevó su civilización a todas partes, y por esto en tiempo de Augusto, cuando Roma era la señora del mundo, su escritura se extendió prontamente por Europa y hasta por algunos territorios asiáticos.

En España se usó ya la Escritura romana, algo parecida a la actual de imprenta, en el siglo II antes de Jesucristo, y fue tal la influencia de esta clase de escritura, que ella dio carácter a todas las letras usadas en nuestra Península hasta el siglo XI.

3. Aunque la escritura romana se modificó algo en España al mezclarse con las que ya había, a los pocos años se escribía en nuestro país con las cuatro formas que se escribía en Roma, a saber: capital170, uncial171, minúscula y cursiva.

La escritura capital, que era muy antigua entre los romanos, se usaba para títulos y epígrafes y también para códices y documentos varios. En la escritura capital dominaba la línea recta; en la uncial, por el contrario, había muchos trazos curvos y tenía algunas letras cuya forma era diferente de la forma de las capitales.

La letra uncial se usó mucho para la escritura de códices.

La letra minúscula, usada también por los romanos, era una derivación de la uncial, y la cursiva era la minúscula enlazada172.

En el siglo de Augusto se inventaron las notas tironianas, especie de taquigrafía que se aplicaba a escribir lo que el causídico173decía en el foro.

Tirón, liberto del gran orador romano Marco Tulio Cicerón, protegido por Mecenas, fue el inventor de estas notas, a las cuales dio nombre. El escritor de notas se llamó notario.

Este sistema de escritura era tan expuesto a inexactitudes, que Justiniano lo prohibió más tarde en todo acto jurídico.

También escribieron los romanos abreviadamente por medio de siclas, siglas174 o iniciales de las letras.

Ejemplo: Q. T. D. F. B. Lo cual quiere decir: Qui timet Deum, faciet bona.

Esta manera de escribir, usada solamente al principio para nombres propios muy conocidos, se aplicó más tarde a la escritura de toda clase de palabras, pero no pudo prevalecer, porque era de imposible interpretación, aun para la misma persona que la ejecutaba.

4. El inventor de la letra moesogótica175o ulfilana176 fue un obispo arriano llamado Ulfilas, oriundo de Capadocia, región del Asia menor. Ulfilas fue hecho prisionero por los godos cuando éstos invadieron dicha comarca en el año 366. Más tarde le elevaron a la dignidad episcopal, y fue embajador de los godos cerca del emperador Valente, para que éste les cediese un territorio donde pudiesen vivir libres de los ataques de los hunnos. Cedioles Valente la Moesia, y en esta región se establecieron con su obispo Ulfilas. Después de estos sucesos inventó Ulfilas su letra, y con ella escribió, en el idioma de los godos, la Santa Biblia.

Las letras ulfilanas fueron veinticinco: de ellas diez y ocho son del alfabeto griego, y las siete restantes, del latino.

Los godos que vinieron a España usaron principalmente la escritura ulfilana para los libros eclesiásticos; pero esto fue causa de que la escritura moesogótica desapareciese casi totalmente en el año 589, cuando Recaredo, después de haber abjurado del arrianismo, ordenó que se destruyesen todos los libros arrianos177.

5. La escritura romana fue aceptada por los diferentes pueblos que se designan bajo la denominación común de bárbaros del Norte; pero cada pueblo la modificó según su gusto y las necesidades fonéticas de su idioma. De esto resultaron no pocas variedades de escritura, que tomaron en cada país denominaciones diferentes, y que se conocen con el nombre común de escrituras nacionales.

En España se produjo también este fenómeno. Desterrada la escritura de Ulfilas y modificada la letra romana por el gusto de los godos que la aceptaron, se formó la letra gótico-hispánica antigua, que fue la escritura nacional de nuestro país, usada más de cuatro siglos.

Esta letra se llamó también monacal, porque fue escrita principalmente por los monjes.

En aquella época las comunidades religiosas, especialmente las de benedictino, se dedicaron con afán a los estudios literarios y cultivaron con mucho fruto el Arte de escribir.

La letra gótico-hispánica o monacal, como la romana, se escribió con las formas capital, inicial, minúscula y cursiva.

6. En esta época de la. Historia de la Escritura siguieron usándose las mismas materias para escribir que en épocas anteriores; pero el gran consumo que en la antigüedad se hizo del papyrus elevó tanto el precio de este producto, que fue necesario usar otras substancias para producir los signos escritos: a tal necesidad débese principalmente la invención del pergamino. Esta substancia se fabrica de pieles de animales (especialmente de cabra y carnero)178, adobadas convenientemente para que sobre ellas se pueda escribir.

Las pieles se pelan, desengrasan y curten, no sólo para hacerlas flexibles, sino también para evitar su corrupción.

Este producto de la industria fue muy bien preparado en Pérgamo179, en el siglo II de la Era cristiana; pero es de notar que desde muchos años antes ya se usaba el pergamino como objeto útil para escribir, pues Herodoto y Diodoro de Sicilia hablan de pieles de carnero, oveja y vaca usadas para este fin.

Escasearon también los pergaminos180, y en algunos países se acudió al procedimiento de raspar los escritos antiguos para escribir nuevamente sobre la piel raspada: los pergaminos dos veces así escritos se llaman palimpsestos181.

El pergamino siguió usándose de tal manera, que ya en el siglo VII apenas se usaba el papyrus para escribir, y el uso del pergamino fue único durante casi toda la Edad Media.

En esta época se usaron ya para escribir las plumas de ave, según afirma Montfaucon.

Otros útiles necesarios para la escritura, como la regla, el compás, el cortaplumas, el raspador, la salvadera, etc., fueron también conocidos en esta época, y de ello son testimonio las pinturas encontradas en Herculano.

Por último, varios autores afirman que durante esta época se usaron las escrituras con tinta de oro y plata182.



b. - Segunda época. 1. La escritura en España desde el siglo VIII al XII. -2. Origen y cualidades de la letra francesa. -3. Su Introducción en España. -4. Materias usadas para escribir y formas de los escritos en dicha época.


1. Destruida la monarquía visigoda, y hecho dueño de casi toda la Península el pueblo árabe, estuvo a punto de que desapareciese totalmente la antigua cultura española.

Dedicados únicamente los hombres de entonces a la obra épica y grandiosa de la Reconquista, decayeron las ciencias y las artes, y hubiesen desaparecido, o poco menos, si las comunidades religiosas no hubieran conservado cuidadosamente el rico tesoro en sus conventos, hasta que pudieran participar de él todos cuantos lo necesitasen. Salvaron, pues, los monjes de la Edad Media nuestra civilización, con la de toda la humanidad, de una catástrofe espantosa, salvando al mismo tiempo, como es consiguiente, el ARTE DE LA ESCRITURA.

Los monjes, por tanto, y muy pocas personas más, siguieron escribiendo en esta época la letra gótico-hispánica antigua, con no pocas modificaciones, aconsejadas por la experiencia, hasta que se transformó en el hermoso carácter llamado toledano.

Además de esta clase de letra, sé usó en la misma época una letra cursiva diplomática, dotada de no pocas condiciones estéticas.

La letra visigoda de esta época, lo mismo que la romana, se escribía también con las cuatro variedades de capital, uncial, minúscula y cursiva.

Estas fueron las escrituras usadas en la España cristiana desde el siglo VIII al siglo XI inclusive. En los dominios árabes se usaba, como es natural, la escritura de este pueblo.

Además, desde fines del siglo IX se usaba la letra francesa en Cataluña, región peninsular en la cual combinaban los franceses desde la citada fecha.

2. La letra francesa, que tanta influencia había de tener en las escrituras de todos los siglos posteriores, tuvo su origen en Francia, como su nombre indica.

La escritura nacional de este país fue la merovingia o francogala; esto es, la misma escritura romana modificada por los pueblos bárbaros que ocuparon las Galias. Esta letra, mejorada en tiempo de Carlo Magno, y parecida después de su reforma a la romana uncial y minúscula, se conoce con el nombre de escritura carlovingia, la cual no excluyó el uso de la merovingia o francogala hasta el siglo X, si bien era ya muy común en el siglo IX.

La letra carlovingia, modificada nuevamente bajo la dinastía de los Capetos, y ya conocida en Cataluña, fue introducida en el resto de España y en otros países a fines del siglo XI. Este es el origen de la letra que se llamó francesa.

Dicha letra era principalmente rectilínea; sus trazos más importantes eran dos: uno muy grueso y un perfil; era vertical o derecha, de forma regular, constante en sus proporciones y falta de nexos o enlaces. En los escritos de dicha letra francesa se hallan muchas abreviaturas183.

3. Las materias usadas para escribir en esta época son las de la época anterior en España, aunque a fines del siglo XI fuese ya conocido en otros países el papel de algodón.

Tampoco variaron en esta época las formas de los escritos.






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IV. -Tercer período

a. - Primera época. 1. Carácter de este período y de sus épocas. -2. La escritura en España desde el siglo XII al siglo XV. Generalización de la letra francesa en España y causas principales de este hecho. -3. Introducción del papel en España.


1. Así como el segundo período de la Historia de la Escritura en España se caracteriza por el predominio de la letra romana en todas las demás letras, el tercero se distingue por la influencia clara y decisiva de la letra francesa en todas las escrituras.

Dentro de este período cada época tiene un carácter diferente del carácter de las demás.

La primera se caracteriza por la generalización de la letra francesa, y la segunda por su corrupción y por el maravilloso descubrimiento de la imprenta.

2. La escritura francesa, introducida en España a fines del siglo XI, influyó antes de generalizarse en la letra gótica, dando lugar a una forma de transición llamada semigótica; pero en el siglo XII se generalizó de tal modo, que ya en el XIII llegó a ser de uso único.

Varias causas contribuyeron a la propagación de la letra francesa. El empeño de la conquista de Toledo, proyectado por Alfonso VI, llegó a noticia de toda la cristiandad y atrajo a España no pocos aventureros y principales caballeros franceses, que tomaron parte en el famoso hecho de armas, siendo esto causa de que la letra francesa fuese conocida en España. El matrimonio del rey Alfonso VI con doña Constanza de Borgoña, de nación francesa, y el de don Raimundo y D. Enrique, parientes de doña Constanza, con dos españolas de sangre real, fueron causa bastante para que la letra francesa fuese conocida y propagada entre los cortesanos, próceres y magnates de aquel tiempo.

Reconquistada la ciudad de Toledo, ocupó la sede metropolitana el arzobispo D. Bernardo, monje de Cluny y francés de nación, el cual contribuyó indudablemente a que se introdujese en España la letra de su país.

Por último, la letra francesa, sin ser bella, era la menos defectuosa de aquel tiempo, y esta circunstancia favoreció su propagación.

Esta letra se adulteró algún tanto en el siglo XII con el uso de abreviaturas superpuestas; pero siguió deformándose poco a poco, hasta convertirse en una letra feísima y de imposible interpretación.

En el siglo XIII se modificó la forma de algunas letras de la escritura francesa, siendo además ornamentadas con trazos caprichosos y no siempre bellos. A este siglo pertenece la letra de privilegios184, que era la misma letra francesa algo esquinada, y la de albalaes algo más pequeña que la de privilegios y no tan proporcionada. La letra de privilegios carecía de enlaces, pero la de albalaes no. La primera tenía el tipo de magistral, la segunda el de cursiva.

En el siglo XIV ambos tipos se corrompieron, convirtiéndose la de privilegios en una forma muy semejante a la redonda o de juros usada en el siglo XV, y la de albalaes en la letra llamada cortesana, que tenía enlaces y ligazón, pero era apretada, menuda y confusa.

3. Durante esta época, en el siglo XIII se introdujo en España el uso del papel, ya conocido en el Japón y en la China desde el principio de la Era Cristiana.

En Játiva, población del reino de Valencia, existió la primera fábrica española de papel, según afirman varios autores.

En el mismo siglo comenzó a hacerse uso del lápiz.



b. - Segunda época. 1. La escritura en España durante el siglo XV. -2. Invención de la imprenta: su influencia en el Arte de escribir y particularmente en la Caligrafía. -3. Causas de la corrupción de la letra francesa en esta época y en los principios de la siguiente.


1. La letra de privilegios del siglo XI sufre perniciosas modificaciones hasta convertirse a principios del siglo XV en la letra redonda o de juros; la letra cortesana se corrompe también y da origen a fines del mismo siglo XV a la letra procesal o procesada185, «que no la entenderá Satanás»186.

Además de estas letras se usó en el siglo XV, antes de la invención de la imprenta, la letra alemana, semejante a la francesa primitiva y algo parecida a la gótica moderna; pero el uso de esta letra no se generalizó en España.

Por último, en este siglo se usó además en España la letra bastarda itálica, imitada de breves pontificios y de otros documentos italianos. Esta letra se llamó bastarda, porque degenerando el tipo primitivo romano, vino a convertirse en dicha letra itálica.

2. A mediados del siglo XV, en el año 1450, un noble de Maguncia, Henne (Juan) Gensfleischzum Guttenberg, asombró al mundo con el descubrimiento de la imprenta, uno de los acontecimientos que más han influido en la cultura de la humanidad.

«Es una maravilla casi increíble, dice Sebastián Meunster en su Cosmografía universal, que en un solo día un solo operario produzca tanto como podría producir, en dos años el escribiente más expedito. Dios, ordenador de todas las cosas, que no abandona nunca las de este mundo, fue quien hizo donativo a los mortales de esta invención indispensable en el momento en que perecían las letras y la historia».

El obispo de Alesia, Juan Andrés, testificando del interés con que la Iglesia acogió el maravilloso invento de Guttenberg, dice en elocuente dedicatoria dirigida al Santo Padre Paulo II:

«En el número de beneficios de que conviene en vuestro reinado alabar a Dios, se halla el que permite a los más pobres comprar libros a poco precio. ¿No es infinitamente glorioso para Vuestra Santidad que los volúmenes que en otro tiempo costaban, por lo, menos, 100 escudos de oro, puedan adquirirse en el día, bien impresos y correctos, por 20 escudos, y que los que en otro tiempo hubieran costado 20, no valgan más que cuatro y aun menos? Tal es el arte ingenioso de nuestros impresores, que no podría igualarse a él invención alguna antigua o moderna. Por este divino arte es como vuestro pontificado, por otra parte tan glorioso, no perecerá jamás en la memoria de los hombres mientras viva el amor a las letras».

Así pudo decir el poeta:



«No basta un vaso a contener las olas


Del férvido océano,


Ni en solo un libro dilatarse pueden


Los grandes dones del ingenio humano.


¿Qué les falta? ¿volar? Pues si a Natura


Un tipo basta a producir sin cuento


Seres iguales, mi invención la siga.


Que en ecos mil y mil sienta doblarse


Una misma verdad y que consiga


Las alas de la luz al desplegarse».


. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .


¡Himnos sin fin al bienhechor del mundo!


¡Grande fue, en verdad, el invento de la escritura; pero no fue menos grande el de esta manera prodigiosa de multiplicar un escrito! El descubrimiento de la imprenta, de cuya influencia en la civilización humana no se ha de tratar aquí, ha sido causa de que los fines de la Escritura se realicen en modo y número de una manera que nunca se pudo imaginar.

La invención de la imprenta, en este sentido, es el hecho más importante de la Historia de la Escritura.

No es posible afirmar otro tanto con respecto a la Caligrafía, pues como el invento de Guttenberg abarató extraordinariamente la producción de los escritos, disminuyó notablemente el número de calígrafos y sufrió el ejercicio de la profesión crisis gravísima, que se manifestó por una gran decadencia de la bella Escritura.

3. La corrupción de la letra francesa y aun de toda la letra manuscrita, en este siglo y en los dos siguientes, no obedeció solamente a la invención de la imprenta. Venía ya iniciada esta lamentable decadencia desde el siglo XIII, y la causa de ella no podía ser entonces el descubrimiento de la imprenta, no realizado todavía.

En efecto, contribuyeron a la corrupción de la letra francesa el mismo carácter de esta letra, refractaria al ligado y trabazón, y el renacimiento de los estudios que al divulgar el conocimiento de la Escritura, le hizo perder algo de su escasa belleza. Además, la secularización del cargo de notario, ejercido antes por miembros de las comunidades religiosas, dio al ejercicio de la Caligrafía un aspecto industrial y mercantil de que antes careció, y que perjudicó notablemente a las condiciones estéticas de la Escritura.






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V. -Cuarto período

a. - Primera época. 1. Carácter de este período y de sus épocas. -2. La escritura en España durante este período. -3. Origen de la letra bastarda española: Juan de Icíar, calígrafo del siglo XVI. -4. Calígrafos del siglo XVII.


1. Este período se caracteriza por hacerse caligráfica la Escritura, esto es, por convertirse la Escritura en una bella arte.

La primera época se distingue por la invención de la letra española, y la segunda por el florecimiento caligráfico de España, no superado en ningún otro tiempo, ni en ningún otro país.

2. La corrupción de la letra fue cada día mayor, sobre todo en la letra procesada, que fue la de más uso en el siglo XVI, y llegó a tal extremo, que la reina Isabel la Católica creyó necesario intervenir con su autoridad para remediar el mal. Al efecto, dictó una carta de arancel de escribanos de concejo, fechada en Alcalá a 3 de marzo de 1503, ordenando que cada plana de las escrituras tuviese treinta y cinco renglones con quince letras en cada renglón. En 7 de junio del mismo año se hizo extensiva esta soberana disposición a los escribanos del reino, fijando en diez maravedís el precio de «cada hoja de pliego entero, escrita fielmente de buena letra cortesana y apretada e no procesada, de manera que las planas, no dejando grandes márgenes, e que en cada plana a lo menos treinta e cinco renglones e quinze partes en cada renglon».

Pero estos preceptos dieron escasos resultados, de lo cual son testimonio vivo los documentos de la época y las censuras dirigidas a la mala letra usual por Luis Vives en sus Diálogos, por Santa Teresa en sus Cartas y por Cervantes en el Quijote.

Aunque parezca increíble, la letra procesada se transformó durante el siglo XVII en otra letra peor, llamada encadenada, que afortunadamente desapareció a fines del citado siglo.

Siguieron usándose en el mismo siglo la letra cortesana y la itálica para los documentos esmerados, siendo más frecuente en Aragón que en Castilla el uso de la bastarda italiana o itálica por las continuas relaciones políticas que por entonces sostuvo aquel reino con el de Italia.

El gusto español fue educándose lentamente en la escritura bastarda italiana, causa que facilitó extraordinariamente la invención y propagación de la letra bastarda española que hoy usamos.

La imprenta, que fue concausa de un lamentable retroceso caligráfico, fue origen también de un renacimiento en la bella Escritura, cuya influencia se nota aún a través de cuatro siglos y seguirá notándose durante alguno más.

Italia, cuna de tantas artes, lo fue también de la Caligrafía moderna.

Un impresor veneciano, célebre en la Historia de las Artes gráficas, Aldo Pío Manuzio, no hallando muchas cualidades estéticas en los tipos de Guttenberg, dibujó y fundió para su imprenta otros tipos más bellos, que, imitados luego a mano por hábiles calígrafos italianos, dieron origen a la letra aldina187, raíz y principio de la letra bastarda española que hoy usamos.

En efecto, los gallardos tipos de Aldo fueron imitados y modificados con belleza por el célebre Luis Henricis, llamado el Vicentino, al cual siguieron Juan Antonio Tagliente, veneciano, y Juan Bautista Palatino, ciudadano de Roma.

Véase la adjunta muestra de Palatino, en la cual puede apreciarse la semejanza de su letra, que es la aldina, con la de Juan de Icíar, que ocupa la página 257.

Letra de Juan Bautista Palatino

El Sujeto

CONSIDERACIONES ACERCA DEL CONCEPTO DE SUJETO EN LA
GRAMÁTICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA
de Emilio Alarcos Llorach

Carmen Lepre

Antes de empezar.

Si bien el concepto de sujeto es tan antiguo que se pierde en la historia de la gramática, ha dado mucho que hablar, sobre todo en los últimos tiempos. Se revisan modelos, cambian los puntos de vista teóricos y el concepto de sujeto se revisa con ellos.

Es seguro que si preguntamos ¿Qué es el sujeto? obtendremos respuestas variadas y válidas todas, en tanto respondan a fundamen-taciones que las sustenten. Ser "aquello de lo que se habla en la oración", o el sintagma que "concuerde en número y persona con el verbo", o el "argumento externo" del verbo, no son más que distintos aspectos parciales de una misma y compleja realidad.

De todo esto se infiere que según unos puntos de vista es válido hablar aún de sujeto y predicado como partes de la oración, mientras que, siguiendo otros modelos descriptivos de la sintaxis del español, no corresponde establecer esta distinción.

1. Antecedentes.

Las gramáticas académicas entienden el sujeto y el predicado como partes de la oración entre las que se entabla una relación lógica. La Gramática de la lengua española de 1931 los llama partes "esenciales de la oración gramatical". Mientras que el sujeto es "el vocablo con que se designa el ser (persona, animal o cosa) de que se afirma algo", el predicado es "el [vocablo] que expresa la cosa afirmada". (Pág. 156)

En el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española se habla, también, de una relación lógica entre dos términos o miembros: sujeto y predicado. "El sujeto es la persona o cosa de la cual decimos algo; por predicado entendemos todo lo que decimos (predicamos) del sujeto". Por su parte, la oración gramatical es una "forma sintáctica que expresa la relación entre sujeto y predicado", es una unidad que contiene "un solo juicio" o "más de uno".

Es esta una visión lógica, con la que trabajó la gramática según los moldes latinos y que se repitió hasta nuestros días en las gramáticas escolares.

Sin embargo, aunque en las dos gramáticas académicas citadas está presente una relación lógica entre términos, se observa una tendencia en la gramática del 31 a describir estos términos como palabras o vocablos. Esta tendencia se observa también en otras gramáticas, anteriores y posteriores.

Gonzalo Correas, en 1625, consideraba que las partes de la oración (entendidas estas como palabras) son tres: nombre, verbo y partícula (e incluía en esta parte de la oración todas las palabras invariables como subgrupos).

El nombre era concebido por Correas como "aquella palavra y boz con que se nonbra cada cosa", mientras que el verbo era "aquella palavra que sinifica el hazer i obrar, i dezir las cosas i ser hechas, i obradas, i dezirse".

Bello, con su modo particular de comunicar los hechos gramaticales del español, decía:

"El carácter peculiar del sustantivo consiste (...) en su aptitud para servir de sujeto; el del verbo en su oficio actual de atributo. Son dos palabras que, señalando las dos partes de la proposición, se miran, por decirlo así, una a otra, y tienen una relación necesaria entre sí". (Nota II)

La relación de necesidad entre sujeto y predicado corresponde a una visión funcional de ambos. Estos no son concebidos como miembros o términos de la oración entre los que se establece una relación lógica, sino como funciones privativas que cumplen dos categorías gramaticales, sustantivo y verbo, entendidos respectivamente como los vocablo-sujeto y vocablo-predicado.

En el capítulo XXII agregaba:

"La palabra dominante en la oración es el sustantivo sujeto, a que se refiere el verbo atribuyéndole alguna cualidad, acción, ser o estado. Y en torno al sustantivo sujeto o al verbo se colocan todas las otras palabras, las cuales, explicándose o especificándose unas a otras, miran, como a sus peculiares últimos puntos de relación, las unas al sustantivo sujeto, las otras al verbo."

La visión funcionalista de Bello nos aleja de descripciones lógicas y nos encamina, saltando un siglo hacia el presente, a posturas que ya no necesitan la articulación bimembre para describir la oración gramatical. Esto supone, como adelantamos al comienzo, que también nos encaminamos a una descripción diferente del sujeto de la oración.

2. Hacia conceptos formales.

En el año 1961 Samuel Gili Gaya considera, al igual que lo había hecho la Gramática académica de 1931, que en el verbo está presente la relación entre dos conceptos: el sujeto y el predicado. Sus palabras, que se citarán a continuación, constituyen un claro antecedente de las que se leen en la Gramática de la lengua española de E. Alarcos.

"Las formas digo, saliste, vendrá, hemos cantado, decíais, habrán salido, corresponden a los sujetos yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos, los cuales pueden ser ampliados o determinados por medio de otras palabras. No ocurre lo mismo en francés ni en inglés, donde por causas históricas que no importan a nuestro propósito se ha hecho obligatoria la anteposición del pronombre sujeto, remediando así el oscurecimiento fonético o la pérdida total de las desinencias personales. Con razón dice la Academia que el predicado verbal contiene en sí al sujeto, sea determinado o indeterminado y equivale por sí solo a una oración completa.

Mantiene la lengua española el carácter sintético que tenían las formas latinas en lo referente a la presencia en ellas de los dos elementos de juicio. Por ello, aunque las Gramáticas registran cuidadosamente los casos de omisión del sujeto, parece más adecuado y más breve ocuparse de las circunstancias en que el idioma, sintiendo como insuficiente la expresión del sujeto contenido en la forma verbal, necesita determinarlo más. (Pág. 23)

Se observará que, en primer lugar, el sujeto se concibe como un significado, no como un vocablo o miembro de la oración. En este marco, además, y sin dejar por ello de significar, es una forma que está presente en el verbo. Son los morfemas flexivos del verbo, (que E. Alarcos llama terminaciones, con justificada visión teórica que lo sustenta), quienes manifiestan en su contenido al sujeto de una oración. Es decir, estos morfemas flexivos, con significado gramatical, contienen en sí el sujeto, y son el sujeto.

No se piensa, por lo tanto, en que el sujeto está omitido, como muchas gramáticas han preconizado. Es más, los siguientes conceptos que se leen en la gramática de Gili Gaya se habían leído ya en la Gramática académica del 31:

"Cuando el sujeto sea un pronombre de primera o segunda persona se omite por regla general, porque la desinencia del verbo lo indica suficientemente. Así, al decir amas, el sujeto no puede ser otro que ... Sólo cuando se quiere poner de relieve la participación del sujeto en la idea significada por el verbo o por el predicado nominal, lo expresamos diciendo, por ejemplo: yo lo he visto..."(Pág. 157)

La diferencia entre las palabras emitidas por la Gramática académica del 31 y los juicios de Gili Gaya son de grado, no de sustancia. Si bien en la Gramática académica podría interpretarse que existe una alusión al llamado sujeto desinencial al principio: "...no puede ser otro que ", esta alusión queda desmentida si leemos con cuidado lo que sigue a ella, puesto que se habla del sujeto explicitado "cuando se quiere poner de relieve" su participación.

Como se habrá observado, a través de estas citas se pueden descubrir tanto los conceptos de "sujeto gramatical" como de "sujeto explícito" que descubrimos también en la Gramática... del 94 de E. Alarcos.

El lingüista francés André Martinet, en el año 1975, habló en sus Estudios de sintaxis funcional de la "no omisibilidad" del sujeto. Lo concibió como un rasgo "sorprendente". También en él encontramos antecedentes de lo que veremos en la Gramática... del 94 de E. Alarcos:

"En el plano semántico, es difícil ver lo que pueda distinguir un sujeto de cualquier otro complemento, y sin embargo, en el enunciado mínimo, aparece como algo tan inevitable como lo es el núcleo predicativo." (Pág. 282)

Martinet observa que el sujeto tiene un comportamiento peculiar que lo diferencia de "otros complementos" de la oración. Citando a Jespersen, coincide con él en que "omitir el sujeto supone arruinar el enunciado". Esto supone, dice él, que el sujeto se jerarquiza por encima de los otros elementos que se conectan con el verbo en una oración, puesto que es imposible no enunciarlo: al proferir el verbo, el sujeto viene con él. Por su parte, Martinet insiste en un hecho que E. Alarcos también tendrá en cuenta: si se enuncia el sujeto explícitamente, habrá una concordancia con la terminación verbal. Este rasgo lo diferencia claramente de los demás bloques de oración conectados directamente con el verbo.

En efecto, en la oración Los empleados llevaron su queja al jefe de sección, en la que se explicita el sujeto, este concuerda con la terminación del verbo. Si el sujeto no estuviera explicitado, igualmente existiría, puesto que la terminación del verbo lo manifiesta.

3. El sujeto como adyacente del verbo.

Es el lingüista francés Lucien Tesnière en 1959 quien comienza a observar con justa crítica la distinción sujeto/predicado. Asegura Tesnière que esta oposición es falsa, deviene de la lógica, que "nada tiene que ver con la lingüística".

Por lo tanto, preconiza una descripción sintáctica de la oración a partir del verbo conjugado que funciona como nudo, puesto que domina los demás elementos de la oración, que él llama actantes y circunstantes. Para argumentar esta visión estructural formal de su análisis sintáctico utiliza un ejemplo del latín:

"En ninguna lengua, ningún hecho propiamente lingüístico invita a oponer el sujeto al predicado. Por ejemplo en la frase filius amat patrem la palabra amat es un aglutinado del elemento predicativo ama- y del elemento sujeto -t. La separación entre el sujeto y el predicado no está pues marcada por la separación de palabras. Por el contrario, tal separación existe entre los elementos componentes del sujeto filius...-t y del predicado ama-...patrem. La amalgama de los elementos del sujeto y del predicado concuerda mal con la oposición de estas dos nociones, mientras que no crea ninguna dificultad en la hipótesis del nudo verbal como nudo central. Por otra parte, es difícil considerar como iguales el sujeto, que generalmente contiene solo una palabra y que incluso puede no estar plenamente expresado y el predicado, cuya enunciación es obligatoria y comporta, en la mayoría de los casos, elementos mucho más numerosos que los del sujeto. (...) Esto supone otorgar a uno de los elementos de la frase una importancia desproporcionada, que ningún hecho estrictamente lingüístico puede justificar". (Pág. 271 de su edición en español)

Estas palabras de Tesnière son fundamentales para entender una descripción del comportamiento sintáctico de los elementos oracionales desde un ángulo que hasta el momento no se había pensado. Considerar la oración como una estructura que se nuclea en un verbo conjugado supone desprenderse por completo de la visión lineal sujeto/predicado. Los diagramas arbóreos con los que trabaja describen a través de figuras geométricas cómo el verbo jerarquiza sintácticamente esa oración, y por ello es ubicado arriba en el "estema". De él se desprenden ramas que van hacia los elementos o constituyentes, llamados por él actantes y circunstantes, (puesto que son actores y circunstancias dentro de las que se inscribe el proceso denotado por el verbo). Estos se "subordinan" (en el sentido de "determinan") al verbo, y se ubican todos en el mismo nivel, debajo del verbo.

Esta visión estructural de la sintaxis supone más de un paso hacia la formalización de las funciones de los elementos oracionales. El sujeto se ha transformado en un actante, el primero, el actor del proceso denotado por el verbo, que no plantea con el verbo una relación más especial que el segundo o el tercer actante.

Alarcos se va nutriendo evidentemente de estas descripciones, pero es en su Gramática del 94 en la que se observa con mayor evidencia esta influencia implícita.

4. El sujeto en el modelo sintáctico de E. Alarcos.

4.1. En Estudios de Gramática Funcional del Español.

En estos estudios realizados por E. Alarcos en artículos publicados desde 1949 en distintas revistas de lingüística, se observa una tendencia a considerar al mismo nivel jerárquico los elementos oracionales que se conectan con el verbo. Se aleja con toda evidencia de los criterios tradicionales que consideran el sujeto como un sintagma que esté en una jerarquía distinta a los demás, por motivos de contenido o de referencia a la realidad. (Entiéndase con esto "aquello de lo que se habla").

En efecto, en el parágrafo 6 de su artículo "Verbo transitivo, verbo intransitivo y estructura del predicado", trabaja con criterios que le permitirán deslindar funcionalmente, a través de procedimientos de la lingüística estructural, el llamado por él implemento (objeto directo), del sujeto. Ambos sintagmas poseen comportamientos diferenciados:

"En primer lugar se encuentra un tipo de término adyacente cuyas características formales son, por así decirlo, negativas: son sintagmas pospuestos normalmente al núcleo (come uvas, bebe vino, escribe la carta) y que, por tanto, a primera vista, no ofrecen ningún rasgo que indique su función. Sin embargo, es claro que se diferencian funcionalmente del sujeto, ya que éste (aunque pueda ir pospuesto) presenta la interdependencia en número y persona con el núcleo del predicado (pasa el tren, pasan los trenes). Por otra parte, la omisión del sujeto léxico -cuando no es necesario para la comunicación, porque es consabido por el oyente- no repercute en la oración; mientras que si el término adyacente es conocido del interlocutor y no es preciso expresarlo léxicamente, persiste un indicador de su función junto al núcleo que además hace una referencia al número y al género del sintagma omitido: el núcleo queda incrementado con un referente pronominal (en los ejemplos anteriores: las come, lo bebe, la escribe")

Esto es, el sujeto se diferencia de los demás sintagmas conectados con el verbo por su diferente comportamiento al suprimirlo. Mientras el implemento (objeto directo) requiere de una conmutación por formas pronominales, el sujeto no necesita ser sustituido por ninguna forma pronominal. Esto ocurre porque la información está presente ya en el verbo, que, ya vimos que lo mencionan Gili Gaya, la Gramática académica y Martinet, contiene en sí mismo al sujeto en su terminación.

En el artículo sobre "Pronombres personales", página 206 de la misma publicación, realiza puntualizaciones que pueden otorgar mayor luz a su descripción del sujeto. Mientras que las terminaciones verbales son "indicadores de la ‘persona’ sujeto", los pronombres átonos "indican la ‘persona’ en que se complementa o implementa el verbo".

La influencia de Tesnière es evidente. Tesnière había considerado ya un elemento funcional en la sintaxis de toda oración: el indicio. Esta función se cumple mediante algunas preposiciones y consiste, como su nombre lo dice, en "indicar" o "mostrar" cuál es la función que cumple el sustantivo que está pospuesto a ella. Así, en Juan vio a María el sábado, la preposición a es indicio de que el sustantivo María no es sujeto. Del mismo modo, las terminaciones verbales son los indicios de la persona del discurso (primera, segunda o tercera), que opera como sujeto gramatical de la oración.

Toda esta información sintáctica acerca del sujeto se encierra en el sintagma verbal, que alcanza por sí solo para transmitir la relación sujeto/predicado 1. Si apareciera un pronombre, este sería "enfático". Así lo dice en la página 208:

1. Conviene hacer una precisión: E. Alarcos llama "sintagma" a un grupo de signos, uno de los cuales no puede aparecer aislado. Esto supone que tanto "árbol-es" como "tem-en" son sintagmas, al mismo nivel que "el niño", porque ni "-es", ni "-en", ni "el", pueden aparecer aislados.

"Los pronombres de la serie tónica, en función de sujeto, son muchas veces redundantes: /yo, tú/ presuponen un verbo en "primera" o "segunda persona singular" ; en cuanto el signo verbal ya indica la "persona", los pronombres no añaden más que la expresión del "énfasis o relieve"; /nosotros, vosotros/ (y sus femeninos correspondientes) son también enfáticos, pero agregan la especificación del "género", que no va expresado por el verbo; de igual modo la "persona" es redundante en /él, ella, ello, ellos, ellas/, pero son pertinentes porque especifican el "género" y reducen los límites de la tercera persona".

4.2. En la Gramática de la lengua española.

Es en esta gramática en la que E. Alarcos llega a desvincularse con más evidencia de la tradición gramatical que describe sujeto/predicado como miembros interdependientes, solidarios y necesarios. Si se observa esta relación así concebida, el sujeto se comporta al mismo nivel jerárquico que el predicado, y este a su vez contiene los demás sintagmas de la oración que no son sujeto; es decir, los tradicionalmente llamados "complementos del verbo".

Este desvínculo con la tradición gramatical empieza a hacerse notorio desde el momento en que se concibe la relación predicativa exclusivamente dentro de los límites del "sintagma llamado verbo" y no fuera de él. En esta gramática, E. Alarcos hace permanentemente alusiones a lo que él llama "tradición gramatical". Ello no debe entenderse como una concesión, sino como una velada crítica al Esbozo, al que contesta permanentemente, sin que el Esbozo se entere. Véanse, si no, estas palabras:

"Entre los enunciados existe un tipo especial conocido con el término de oración. Uno de sus componentes, la palabra que se llama verbo (o sintagma verbal), contiene dos unidades significativas entre las cuales se establece la relación predicativa: el sujeto y el predicado, que se entienden tradicionalmente como "aquello de que se dice algo" el primero, y el segundo "lo que se dice del sujeto. ...[El sintagma verbal] es el núcleo de la oración y en él se cumple la relación predicativa: se dice de alguien (la tercera persona) algo (la noción de escribir). Los demás componentes que en la oración pueden aparecer en torno del núcleo son términos adyacentes, cuya presencia no es indispensable para que exista oración. Los enunciados que carezcan de una forma verbal personal que funcione como núcleo no son oraciones y ofrecen una estructura interna diferente: con la denominación de frases se estudiarán más adelante."

Con estas palabras dichas en el parágrafo 311, Alarcos sienta las bases de una sintaxis oracional estructural, al mejor estilo tesneriano. El verbo, que es el nudo de la oración, opera como elemento jerárquico del que dependen sintácticamente todos los adyacentes por igual. Entre ellos está incluido el sujeto -llamado ahora sujeto explícito- como un adyacente más, y se diferencia de los otros, como había adelantado en el artículo publicado décadas antes, por su diferente comportamiento si es elidido. Si esto ocurre, no necesita ser suplementado por formas pronominales. El sujeto gramatical presente en la terminación verbal se ocupa de informar al respecto lo necesario. Por otra parte, esta relación íntima se hace más evidente a través del fenómeno de la concordancia, que no se establece entre verbo y sujeto, como tradicionalmente se describía, sino entre ambos sujetos. Así se explica en el parágrafo 313:

"Los términos adyacentes sirven para especificar con más precisión y en detalle la referencia a la realidad que efectúa el verbo o núcleo de la oración.

Según la función que desempeñan en la oración, existen varias clases de términos adyacentes:

1º. Cuando la situación en que se habla no es suficiente para poder identificar qué ente real se corresponde con la persona (o sujeto gramatical) incluido en el verbo, se agrega un sustantivo (o segmento equivalente) que la especifica: El niño escribe, El maestro escribe, La secretaria escribe, El de arriba escribe, La que tú dices escribe, etc. Los segmentos El niño, El maestro, La secretaria, El de arriba, La que tú dices especifican la alusión de la tercera persona inserta en el verbo y permiten identificarla. A este término adyacente se le llamará sujeto explícito o léxico. Su presencia es, pues, optativa, ya que para que haya oración basta la existencia del sujeto gramatical. Así, al decir Escribió, proferimos una oración, pues en esa forma verbal hay un sujeto gramatical (tercera persona del singular) del cual se predica la noción "escribir" significada por el signo léxico. Cuando interesa precisar la alusión real de esa tercera persona, se añade un sustantivo (o unidad equivalente) que funciona como sujeto explícito, diciendo El niño escribió, El maestro escribió, La secretaria escribió, etc.

La relación de dependencia entre el segmento que funciona como sujeto explícito y la terminación de persona (o sujeto gramatical) del verbo se hace patente mediante la concordancia, que consiste en igualar los morfemas de persona y número entre ambos sujetos."

De esto se concluye que el verbo es el elemento de la oración que contiene toda la información acerca de la relación predicativa. La raíz encierra o contiene al "auténtico predicado", puesto que aporta la referencia léxica a la realidad, y la terminación verbal encierra o contiene "el auténtico sujeto".

Este sujeto supone dos morfemas básicos, que se manifiestan en esta terminación del verbo:

a) la "persona designada por la terminación verbal", que puede ser "la primera persona (mediante la cual el hablante se designa a sí mismo), segunda persona (con la cual el hablante designa a su interlocutor) y tercera persona (que el hablante emplea para designar todo lo que no son los dos actores del coloquio."

b) el número, que es indicio de cuántas personas del discurso son referidas por el signo morfológico verbal: una o más de una.

La existencia de dos posibles sujetos en una oración, hace necesaria una precisión, que no es superflua. Todo verbo conjugado comporta un sujeto gramatical obligatoriamente. Esto supone que hasta los llamados verbos unipersonales como "Llueve, Nieva, Se canta" contienen un sujeto gramatical. Dado que están conjugados en tercera persona del singular, exclusivamente, el sujeto gramatical tendrá esta persona y este número, no otro. Lo que no es posible, salvo usos metafóricos reducidos a algunos verbos meteorológicos, es que en estas oraciones se vean sujetos léxicos o explícitos.

5. Conclusiones.

El sujeto se ha convertido en el elemento controversial, sin quererlo, de esta visión sintáctica estructural de la oración. En tanto unidad sintáctica que se describe a través de la función nucleadora de un verbo conjugado, la oración comporta adyacentes cuya existencia no es obligatoria. El sujeto como elemento léxico quedó aparentemente descalificado del juego sintáctico, al desaparecer la lógica como fuente descriptora. Su papel, al mismo nivel que los demás adyacentes, supone sin dudas olvidarse de aquel análisis lineal en el que el sujeto y el predicado eran dos elementos miembros de una oración bimembre, con el mismo grado de importancia, tanto semántica como sintáctica.

Sin embargo, esta aparente destrucción beneficia a la sintaxis toda, puesto que la convierte en más operativa desde el punto de vista funcional, menos pesada en la descripción y más coherente, al desaparecer la asimetría (injusta, en este modelo) entre sujeto y complementos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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GILI GAYA, Samuel. 1961. Curso superior de sintaxis española. Barcelona, Vox, Biblograf S.A., 1970.

MARTINET, André. 1975. Estudios de sintaxis funcional. Madrid, Gredos, 1978.

TESNIÈRE, Lucien. 1959. Elementos de sintaxis estructural. Madrid, Gredos, 1996.