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Prueba diagnóstica 2º año

Profesora Anahí Caraballo.

Cruzamos la calle y entramos al bar ubicado frente a la cárcel. Un bar frecuentado por ex presidiarios a los que mi padre definía como sabihondos y suicidas. Tito, el dueño del bar, era un viejo anarquista o comunista –en ese entonces yo no tenía claras las diferencias- que había estado preso diez años no sé por qué causa. Me atendía con amabilidad y hasta con cariño cuando antes de las visitas mi madre me mandaba comprar un “completo”. O la “santísima trinidad”, al decir de mi padre. Se trataba de tabaco Río Novo, hojillas Jaramago y fósforos Victoria. Tito me regalaba la santísima trinidad.
-Junior, de mi parte para Dany. Y, no te olvides, dale mis saludos- me decía Tito mientras colocaba la santísima encima del mostrador.
-Le daré sus saludos a mi padre. Gracias Tito –decía yo y me guardaba la plata en el fondo del bolsillo derecho para después acordarme y esconderla. Eso estaba mal. Muy mal, pero lo hacía.

Carlos Caillabet
(fragmento de “Verano”)

1) ¿El fragmento presentado puede ser considerado un texto? ¿Por qué?
2) Lee con atención y clasifícalo según su contenido.
3) ¿Reconoces al emisor? Identifícalo en el texto.
4) Delimita enunciados y estudia oraciones en el siguiente fragmento:

Cruzamos la calle y entramos al bar. Un bar frecuentado por ex presidiarios.

Mi padre los definía como sabihondos y suicidas.

5) En no más de diez renglones cuenta alguna picardía que recuerdes de tu infancia cuando hacías mandados.

Prueba diagnóstica para 1º año

Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo.


Chapoteaba un pesquero a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreos.


Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, está practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico, y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil posición requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue más que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... sólo... centímetro... más... Encrespáronse sus plumas, se atascó y cayó.


Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergüenza, y es deshonor.


Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vez sus alas en aquella temblorosa y ardua torsión -parando, parando, y atascándose de nuevo-, no era un pájaro cualquiera.


La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.

Richard Bach

(fragmento de “Juan Salvador Gaviota”)

1) Construye una descripción, basada en el texto, de Juan Salvador Gaviota.

2) ¿Para qué fue producido este texto? Informar/ promover/ entretener/ explicar

3) Separa en sílabas las siguientes palabras: oro / gaviotas / centímetro / mundo

4) Identifica: un verbo conjugado/ un sustantivo/ un adjetivo/ un artículo.