Historia de la lengua castellana. 1ª parte.



La historia del origen y evolución de nuestra lengua abarca muchos siglos y vincula distintos espacios. Pero hay un escenario dominante: la Península Ibérica. Este territorio europeo, que hoy corresponde a España y Portugal, toma su nombre de uno de los pueblos que lo habitaron en tiempos remotos: los íberos.

Debemos retroceder hasta una época anterior a Cristo, anterior incluso al dominio de los romanos: el oscuro período anterior al siglo III a.C. No se ha podido dejar en claro qué pueblos vivían por entonces en la Península y cuál su zona de influencia. Pero en líneas generales podemos hablar de los íberos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, tartesios, ligures, vascos.

La cultura de estos pueblos y la importancia de su presencia en la Península fueron dispares. Ninguno de ellos logró que su lengua sobreviviera como un sistema completo luego de la invasión romana del siglo III a.C. pero algunas formas aisladas se mantuvieron en uso aún después de que los romanos anexaran la Península a su Imperio e impusieran en ella el latín, del cual deriva el castellano.

Hispania (de donde deriva España) es, por lo que se sabe, palabra de origen fenicio que significaba “tierra de conejos”.

En el año 218 a.C., durante la segunda guerra púnica, los Escipiones desembarcaron en Ampurias (Gerona); en esa fecha se inicia la incorporación de la Península Ibérica a la historia del mundo grecolatino.

La conquista fue progresiva. Esta dominación significó para los primitivos habitantes una nueva forma de vida con una organización centralizada que garantizaba justicia, recaudaba impuestos y concedía el derecho a la ciudadanía. Atrás fueron quedando la vida nómade, la lucha entre ciudades rivales, los enfrentamientos entre pueblos.

La lengua latina que se imponía fue inevitablemente logrando difusión en España. Esta latinización no fue inmediata: hubo un período de bilingüismo, en el que las lenguas vernáculas se conservaron en el ámbito de la vida familiar; pero luego, con excepción del vasco, terminaron por extinguirse. Sin embargo, algo de esas lenguas quedó en el latín; esta permanencia de algunos elementos de las lenguas conquistadas en la dominante recibe el nombre de sustrato. A este sustrato le debe el castellano, por ejemplo, el cambio de la f inicial latina por h aspirada y más tarde desaparecida (filum → hilo).

A medida que la literatura fue fijando un modelo de lengua, se hizo evidente la diferencia entre un latín culto, escrito, enseñado en las escuelas, y un latín vulgar, oral, empleado familiarmente por los romanos. Y fue precisamente el latín vulgar el que llegó a España, conquistada no por hombres de letras sino por recios legionarios, colonos. El latín culto fue un permanente vehículo de cultura y se conserva aún hoy como lengua de la Iglesia y en la literatura a demás de ser materia de estudio.

En síntesis: el latín fue el principal aporte para la formación de las lenguas de los pueblos que constituyeron el Imperio Romano; para el castellano significó el 70% de su caudal.

Grecia fue convertida en provincia romana, con el nombre de Acaya, en el año 146 a.C.; ese contacto fue decisivo para los romanos porque acentuó el acercamiento a una cultura superior con la que ya estaban vinculados desde fines del siglo IV. La mayor parte de las palabras de origen griego, que ingresaron en distintas épocas, nombran conceptos referidos a la educación (escuela, pedagogo); a los deportes (atleta); a los distintos campos del conocimiento y del arte (astronomía, matemática, música, poesía, comedia, drama, escena). La introducción de grecismos perdura en la actualidad en la formación de neologismos para nuevas técnicas, inventos, ciencia y filosofía.

La decadencia del Imperio comenzó a hacerse evidente a partir del siglo III. Se inician nuevas formas sociales que conducen a la servidumbre, a la relación amo y señor frente a mozo y siervo. En esta época, cuando la invasión germana amenazaba al Imperio, empezó a divulgarse el nombre de Romania para designar a los pueblos ligados a la civilización romana.

En el año 409 algunos pueblos germanos – suevos, vándalos y alanos- penetraron en España perseguidos por los visigodos. El rey visigodo Alarico ataca Roma y la somete a un sitio de hambre para entregarla después al saqueo. El Imperio, debilitado por la corrupción y la anarquía, cae en el 476. precisamente los visigodos son quienes a mediados del siglo V se constituyen en dueños de la mayor parte de España. Los suevos quedaron en Galicia, los alanos fueron exterminados y los vándalos cruzaron el estrecho buscando nuevas conquistas en África. Los latinos aprendieron de sus invasores germanos la denominación de cosas que no les eran demasiado familiares. Por ejemplo, los romanos no fabricaban el jabón, los germanos sí: saipo→sapone→xabon→jabón, werra→guerra, entre otros.

No hay comentarios: